Estos modelos, dijo Hartnell, están diseñados no solo para suplir el mercado nacional durante la guerra sino también para mantener el prestigio de la moda de Gran Bretaña en el extranjero.
A lo largo de la historia, la industria textil y el sistema moda han demostrado saber leer el contexto de cada época para re direccionarse y adaptarse a las crisis económicas y sociales que ha enfrentado la humanidad. Un buen ejemplo de ello, han sido las guerras mundiales, estos escenarios han convertido a esta industria en una que está presta a las transformaciones que exija cada coyuntura.
Según el profesor de historia de la moda y el vestuario de la Universidad Javeriana, William Cruz, está en la naturaleza de la moda y en su lógica propia, el vivir reconstruyéndose para adaptarse a las circunstancias, ya sea como industria o en sus manifestaciones más inmediatas como el vestir y la apariencia de las personas. Por eso, en esta entrada hablaremos sobre por qué se dice que esta industria es como un ave fénix que renace de sus cenizas.
Uno de los acontecimientos que lo prueba, es la Primera Guerra Mundial. Con esta guerra (1914-1918) y el enlistamiento de los hombres europeos al ejército para combatir, muchas mujeres tuvieron que repartir su tiempo entre las labores del hogar y ocupar esos puestos que los hombres habían dejado. Esta transformación hizo que la industria textil se propusiera cubrir esa demanda de ropa que necesitaban las mujeres que ahora ya no sólo se quedaban en casa y exigían prendas más ágiles y cómodas para desplazarse a los lugares de trabajo. Así, la industria se volcó a la fabricación de la dotación militar y médica consiguiendo contratos con los gobiernos, convirtiéndose en una pieza fundamental para hacer frente a las demandas de la época.
Cuando la guerra acabó, muchas de ellas no quisieron volver a ser amas de casa, generando un cambio en la silueta de su vestimenta, siendo las faldas, los vestidos y los sastres las primeras prendas en transformarse. Estas prendas adquirieron una extensión menor permitiéndoles una movilización cómoda y perdiendo la rigidez de los trajes que se usaban en la época. Fue la vestimenta utilitaria, sencilla y con tonos opacos lo que la industria empezó a confeccionar para adaptarse a las consecuencias que dejaba la guerra.
Para la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la industria enfrenta de nuevo una crisis, pues las políticas de austeridad de los gobiernos limitaban la compra de ropa, por lo que la gente empezó a modificar sus viejos atuendos y reutilizarlos, esto sin duda afectó a la industria. Sin embargo, una vez más se adaptó a la coyuntura y con los bombardeos nocturnos, las fábricas decidieron empezar a confeccionar monos o “trajes de sirena” que se podían poner muy fácilmente en medio de la noche para que la gente llegara rápidamente a los refugios antiaéreos.
Así mismo, se fabricaron abrigos y prendas que tenían botones que brillaban en la oscuridad, para contrarrestar de alguna manera los frecuentes apagones que se vivieron durante la época. En Inglaterra, impulsaron el uso de ropa blanca para evitar accidentes viales nocturnos y la industria se ingenió crear vestidos, bufandas y diferentes prendas con mensajes patrióticos. Al acabarse la guerra y durante la ocupación alemana, las fábricas diseñaron diversas prendas como faldas bifurcadas para ir en bicicleta o bolsos en bandolera para llevar la máscara antigás.
Estos dos acontecimientos históricos trajeron consigo la necesidad de una reconversión y adaptación de la industria, así como lo exige en este momento la pandemia por la que atravesamos. Para hacer frente a ella, aunque la industria se ha visto afectada porque las y los consumidores están confinados, los comercios están cerrados y hay una pérdida del poder adquisitivo, según Camilo Rodríguez, presidente de la Cámara Colombiana de la Confección y Afines, cerca del 9,9 % de las compañías del país están produciendo elementos de bioseguridad como tapabocas en tela, batas médicas, overoles, capas y chaquetas anti fluido con innovadores diseños con el fin de suplir la demanda de prendas bioseguras provocada por el covid-19.
Esto ha acarreado consigo que las empresas tengan que adaptar sus máquinas, sus formas tradicionales de trabajo y se enfrenten a un mundo desconocido que les exige indagar y conocer a profundidad de fichas técnicas, certificaciones, composición de telas anti fluido y definición de los precios de elementos que antes no elaboraban. Una de las adaptaciones más necesarias en la forma tradicional de trabajo de algunas empresas, ha sido el comercio electrónico, que se presenta como el canal más efectivo y seguro para realizar transacciones en la actualidad y a su vez como una estrategia completamente nueva para algunas de las empresas del sector.
Como lo mencionó el Ministro de Industria y Comercio en meses anteriores, si estas transformaciones se desarrollan de manera progresiva y se fortalecen con el tiempo, pueden representar una oportunidad para que se abra el mercado en América Latina y nuestro país puede producir no sólo la cantidad que necesitamos aquí sino la suficiente para también solventar la deficiencia que algunos elementos y prendas de bioseguridad que pueden presentarse en otros países de la región. Visto desde esta perspectiva, la capacidad de adaptabilidad de la industria puede, una vez más, no solo sobrepasar la crisis económica sino además contemplar y emprender nuevas oportunidades y formas de comercio.
