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Dotaciones empresariales

El origen de lo que hoy conocemos como dotaciones empresariales

Simpson’s Gloves Pty Ltd, Richmond, USA al rededor del 1932

En la actualidad, cuando una compañía se lanza a la competencia en el mercado, sabe que para sobresalir entre tantas marcas, es fundamental elegir una identidad que le permita diferenciarse y comunicar su discurso a través de diferentes canales. Como lo mencionamos en una de nuestras anteriores entradas, las dotaciones empresariales son uno de estos canales de comunicación, pues generan sentido de pertenencia en sus colaboradores y posicionan la personalidad de la marca ante clientes, proveedores y aliados.

Lo que nos enorgullece de que este porcentaje sea tan alto, es que consideramos que a través de estos empleos estamos ayudando en gran medida a que mujeres cabeza de familia, mujeres jóvenes que inician sus proyectos profesionales y mujeres que pueden pertenecer a sectores poblacionales en condiciones socioeconómicas desprivilegiadas, encuentren un sustento digno y una posibilidad de transformar sus realidades y construir sus proyectos de vida a través del crecimiento personal y laboral.

Por eso, es tan importante la conjunción de lo que compone una dotación: el diseño, el estilo, las texturas y los colores, pues cada uno de estos elementos imprimen la identidad de la marca. Sin embargo, aunque las dotaciones contribuyen a esta construcción de identidad, su objetivo primordial no se reduce a ello, pues busca que los colaboradores desarrollen sus labores sin riesgo, en medio de un ambiente cómodo y con la indumentaria necesaria para llevarlas a cabo. Es este objetivo sobre el que queremos hablar hoy y para ello expondremos un poco de su historia. 

El origen de los uniformes laborales nos remonta a la época de la Revolución Industrial que inició en la segunda mitad del siglo XVIII y trajo consigo una serie de transformaciones económicas, técnicas y sociales que hicieron que el mundo hiciera una transición hacia una economía industrializada, en donde la interacción de los seres humanos con las máquinas de fabricación empezaba a descubrirse. Y fue precisamente en la industria textil con  la lanzadera volante (mecanismo de tejido a mano) y la máquina de tejer donde se experimentaron algunas de estas primeras transformaciones.

Con este proceso, creció el número de trabajadoras y obreros que se trasladaban del campo hacia las ciudades en busca de mejores oportunidades de trabajo en fábricas mecanizadas. Sin embargo, solo hasta la segunda mitad del siglo XX la clase obrera llegaba a cubrir sus necesidades alimentarias y podía disponer de vivienda. Sus ingresos no alcanzaban para vestir de la manera apropiada, ni en el trabajo, ni en su vida cotidiana. La interacción que tenían con las máquinas hacían que su ropa fuera poco duradera y que su calzado no aguantara las condiciones que exigían sus labores arriesgándoles a diferentes accidentes laborales.

A raíz de ello, la conformación de sindicatos permitió que las y los obreros exigieran sus derechos, entre los cuales: un vestuario laboral adecuado, funcional y acorde con sus labores. Sin embargo, quienes presidían las grandes fábricas, sólo los escucharon hasta un siglo después, pues durante la Revolución Industrial se proveyeron no más que algunos delantales y buzos, una muestra de que en la época, el confort y el ambiente laboral cómodo no estaba dentro de las prioridades.

Fue para los años 80, en que las compañías empezaron a hacerse cargo del vestuario laboral de su equipo de trabajo como consecuencia de la lucha por los derechos de los trabajadores, que se tradujo en la expedición de leyes por parte de los gobiernos. Estas leyes convirtieron la seguridad laboral en responsabilidad de las empresas, teniendo las dotaciones como uno de los elementos a cumplir para evitar riesgos laborales. A partir de esta evolución, en Colombia se estableció la ley 11 de 1984 que dictamina el suministro de calzado y vestido de labor por parte de las empresas a los colaboradores que devenguen hasta dos salarios mínimos mensuales vigentes.

Así, durante finales de siglo XX y lo que lleva de este siglo, el vestuario laboral es un resultado de la lucha por lo derechos de las y los trabajadores y ha evolucionado no solo se para evitar riesgos laborales sino para aportar bienestar a quienes lo usan y para convertirse en una estrategia que representa la personalidad de las compañías.

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